Muro de Berlín 

Reflexiones sobre su Caída - En post de un futuro para el Socialismo


A 25 años de la caída del muro*

Por Isidoro Cruz Bernal


En 1989 la República Democrática Alemana(1) empezó a sentir un éxodo de franjas importantes de su población hacia Hungría. Este país, que también pertenecía al bloque de la URSS pero que había empezado unos años antes un proceso de reformas económicas y políticas, abrió su frontera con Austria y muchos alemanes del este comenzaron una fuga hacia el lado occidental pasando por Hungría, después a Austria y de ahí a la República Federal Alemana(2)

El carácter masivo de esa emigración desató una crisis política en el grupo dirigente del estado alemán oriental.

Cualquier estado que tuviera frente a sus narices la evidencia incontrastable de que gran parte de sus ciudadanos no quiere vivir en su seno sufriría una conmoción parecida.

La URSS y los países del este europeo

De hecho la mayoría de los países de Europa oriental atravesaron situaciones semejantes en otras coyunturas. Esto era resultado de que su participación en el bloque de países aliados de la Unión Soviética había sido un producto de la ocupación del Ejército Rojo después de la segunda guerra mundial(3). Los pueblos de Europa oriental sintieron su incorporación al bloque del este como una situación impuesta en contra de su voluntad.

Esta crisis, casi constantemente en potencia, que vivían los países de Europa oriental era estimulada cazurramente por Estados Unidos, el cual en su papel de país integrador de la economía mundial en la segunda mitad del siglo XX, se ufanó por que las sociedades occidentales tuvieran un nivel de vida que fuese superior (en mayor o menor medida pero nunca igual) a los países que seguían a la URSS y a su modelo de sociedad(4). Ello también contrastó con las exacciones en especie que realizó la URSS en algunos países que quedaron bajo su influencia(5). 

Se puede decir que los países del este caían periódicamente en situaciones de crisis políticas profundas que generaban un descontento de masas que se expresaba en protestas callejeras que terminaban con violentas represiones por parte de las fuerzas policiales o militares del régimen o con la invasión del Ejército Rojo. Esto sucedió en Berlín oriental en 1953, en Poznan (Polonia) y en toda Hungría en 1956, en Checoslovaquia en 1968, en Polonia en 1981.

Hay que mencionar, sin embargo, que este grado importante de ilegitimidad estuvo amortiguado por un desarrollo económico que creció más rápidamente que los países occidentales (aunque partiendo desde un nivel bastante inferior) que duró por lo menos dos décadas. En los años 50 el promedio de crecimiento del PBI de los países del bloque del este era de 5,8%(6), entre 1970 y 1978 fue de 3,7% y entre 1981 y 1982 bajó a 1,5%. A esto se sumaba una cada vez mayor integración de varios de los países del bloque a la economía de endeudamiento con los organismos internacionales de crédito (principalmente Polonia, la RDA y Hungría; aunque sólo claramente en el primero de estos países el recurso al endeudamiento empeoró cualitativamente la situación)(7).

También al ser las sociedades de Europa oriental producto de fuerzas políticas que tenían como referencia al marxismo o al socialismo en general como fuente de autolegitimación, sus núcleos dirigentes intentaron garantizarle al conjunto de los trabajadores, y en especial a su núcleo industrial, un nivel de vida aceptable. Intentaron compensar con bienestar económico-social la falta de libertad política del régimen de partido único. Esto resultó a medias ya que, mientras por un lado hubo una mejora del nivel de vida, por otro lado la población sabía que en el lado occidental el nivel de vida era más alto. Durante décadas Occidente y Estados Unidos llevaron a cabo una seducción de masas, como si fuese una bailarina de streap tease que se desnuda pausada y cautivadoramente delante de un preso recién salido después de cinco o diez años de cautiverio. Esta operación política fue claramente facilitada por el autoritarismo de la vida política en el este europeo. Una vez que el descontento popular se extendía, la palabra pública de esas sociedades era tomada como una mentira por muchísimos ciudadanos.

En Alemania oriental esta situación se acentuaba ya que, al igual que todos los países que fueron divididos por el conflicto geopolítico entre EEUU y la URSS, en el desempeño comparado de ambos se jugaba una instancia de la guerra fría entre las superpotencias(8).

Era muy importante para el imperialismo occidental ganar la batalla de la legitimidad contra el empuje que traía la URSS en la segunda posguerra. La guerra contra Hitler había tenido su centro en el frente del este. Allí estuvieron concentradas la mayoría de las divisiones del ejército alemán. También a la espera de ver qué pasaba en el enfrentamiento entre rusos y alemanes, los norteamericanos e ingleses retrasaban la apertura del segundo frente, el del lado occidental(9), que aliviaría algo la situación del frente ruso.

La URSS y el movimiento comunista internacional salieron con un gran prestigio por su lucha heroica en contra de Hitler. La etapa posterior de desmantelamiento de los imperios coloniales prolongó ese prestigio por un par de décadas ya que el mundo soviético carecía de vínculos con la colonización de la periferia. Aunque carecía de un imperio colonial propio, Estados Unidos era cómplice de los crímenes europeos en Asia y África y los asumió como propios en tanto ello involucrara algo de la disputa con la URSS(10).

Los norteamericanos concentraron su poder de fuego en ganar a las grandes masas de Occidente, en especial a su movimiento obrero reformista. Esto fue logrado en gran medida. Y no dejó de tener influencia en la periferia soviética de Europa oriental. Las sociedades del llamado "socialismo realmente existente"(11) sufrieron la humillación de que amplias franjas de los trabajadores de esa región, supuestos dominadores o, por lo menos beneficiarios de grandes conquistas sociales, preferían arriesgar su libertad personal con la finalidad de llegar al Occidente imperialista y explotador.

Después de 1953, con la muerte de Stalin, surcaron aires de reformas políticas y sociales en la propia URSS y en el resto del bloque. Pero fracasaron, primero a causa de las contradicciones internas del núcleo dirigente de estos países y, después por las revueltas populares que estimularon esas mínimas esperanzas. 

Hacia 1956, con la invasión a Hungría por parte de fuerzas militares de la URSS y sus aliados, la cuestión quedó cerrada en lo que atañe a los impulsos desde abajo. Probablemente esto también haya influido en el fracaso aperturista de Nikita Jruschov. Cada una de las experiencias políticas y sociales vividas por estos pueblos iba demostrando la irreformabilidad, en sentido progresivo y socialista, de los países del "socialismo real". De hecho fue Jruschov quién construyó el muro de Berlín con el objetivo de frenar la salida de fuerza de trabajo hacia el lado occidental.




1 Era la Alemania que pertenecía al bloque liderado por la Unión Soviética. Fue fundada en octubre de 1949.

2 La República Federal Alemana, también fundada, un poco antes, en mayo de 1949 constituyó el escaparate del mundo occidental hacia las sociedades del "socialismo real". Un resplandeciente objeto de deseo.

3 Con la excepción de Yugoslavia y Checoslovaquia, donde los comunistas fueron el alma de la resistencia al nazismo. Esto contrasta con revoluciones iniciadas por sus propios pueblos, como la china, la cubana o la vietnamita. Las cuáles siguieron un modelo muy parecido al de la URSS pero tuvieron una legitimidad histórica mayor, que en última instancia les ha permitido continuar hasta hoy su existencia.

4 Esto se dio primeramente con el plan Marshall, que dirigió una cuantiosa ayuda económica para la reconstrucción de Europa occidental, que era imposible de igualar por parte de los soviéticos. Y también con la edificación de sólidos estados de bienestar, en los que jugó un papel destacado la socialdemocracia europea. Esta canjeó una militancia del lado occidental anticomunista por poder brindar el mejor nivel de vida que tuvieron los asalariados en la historia del movimiento obrero.

5 Por ejemplo, de la industrializada Checoslovaquia los soviéticos se llevaron casi 200 fábricas completas como compensación de guerra.

6 Entendamos que esto era un promedio y que, por lo tanto algunos países superaban ampliamente esa cifra. Especialmente en los países que partiendo de un nivel muy bajo dieron en los cincuenta un salto adelante verdaderamente importante.

7 En el caso particular de la Unión Soviética el comienzo de la segunda guerra fría en el final del gobierno del demócrata Jimmy Carter y el relanzamiento armamentístico de Reagan (con el proyecto de Stars Wars, un escudo misilístico controlado por sistemas informáticos que le daba a Norteamérica una invulnerabilidad de hecho) contribuyeron al agotamiento completo de la economía de la URSS.

8 Se llamó "guerra fría" al conflicto por el mantenimiento de las respectivas áreas de influencia de EEUU y la URSS. 

Cada superpotencia tenía su área de influencia y la guerra fría era un conflicto muy pautado que custodiaba que ninguna de las dos tomara áreas de influencia decisivas que correspondían a la otra. Fue un conflicto de tipo geopolítico a causa de que el arsenal nuclear acumulado por ambas superpotencias podía destruir varias veces la Tierra. Era un recurso en cierto modo vedado pero que su existencia permitía medir el grado de fuerza al que se podía apelar en cada conflicto.

La guerra fría se constituyó como conflicto unos años después de la victoria común contra el nazismo. Fue declarada por el bando occidental, a través de un discurso dado por Churchill el 5 de marzo de 1947 en Fulton, Missouri y alentado por los norteamericanos, los cuales habían adelantado un posicionamiento político similar a través de los informes secretos de George Kennan, un funcionario de su embajada en Moscú. Stalin y la URSS intentaron prolongar la alianza con los norteamericanos la mayor cantidad de tiempo posible pero a partir de cierto punto se volvió altamente improbable continuar eludiendo el reto. Para este tema es recomendable el capítulo 2 de Por el bien del Imperio del historiador Josep Fontana. En este capítulo también analiza a la guerra fría como un mecanismo de control socio-político, tanto en EEUU como en la URSS, que se expresó en el macarthysmo y en los juicios de Praga y Budapest. En ambos episodios el poder recurrió a la artimaña de que a través de un conflicto realmente existente ampliaba el número verdadero de enemigos, condenando a muchos mediante acusaciones imaginarias.

9 Que terminó siendo la invasión a Normandía. Roosvelt y, especialmente Churchill alentaban la esperanza de que Hitler les hiciera el trabajo de liquidar a la URSS.

10 Dejamos de lado la cuestión del intervencionismo crónico de EEUU en Centroamérica desde la guerra hispanoamericana de 1898 hasta la segunda guerra. El ejemplo claro de un crimen colonial europeo que es continuado por los norteamericanos fue Vietnam.

11 La expresión "socialismo realmente existente" o "socialismo real" fue acuñada por los soviéticos en los años setenta. En ese momento comenzaba un movimiento de creciente desprestigio en los sectores de masas que seguían a la izquierda que comenzaron a ver con una mirada cada vez más crítica y de rechazo al modelo encarnado por la URSS y sus aliados. Los soviéticos respondían, con cierta razón, que la comunidad de países que ellos comandaban era el único socialismo que existía y, por lo tanto el único que contaba. Sin embargo, la parte de la que cojeaba su argumento era que mediante la afirmación del "socialismo real" buscaban ignorar el problema que cada vez era más acuciante para amplias franjas de la izquierda: ¿Cuál era el carácter real de las relaciones sociales vigentes en la URSS y en qué medida tenían que ver con las aspiraciones socialistas?

La revolución rusa y el "socialismo real"

Hasta aquí vimos el contexto en el cual se fueron conformando las tensiones que derrumbarían al campo del "socialismo real". Es necesario diferenciar el proceso político, que ya describimos, de formación de los países del "socialismo real" en Europa oriental de lo que fue la revolución en la Rusia zarista. Esta fue una auténtica revolución popular, cuya vanguardia fue la clase obrera y su fuerza motriz, la mayoría del campesinado.

El proceso político dirigido por Lenin, Trotsky, Bujarin, Zinoviev, Kamenev, Antonov-Ovseenko, Stalin y otros destacados militantes socialistas revolucionarios, se abocó a solucionar las tareas de tipo democrático burgués (la más importante de ellas era la de redistribuir la tierra que estaba en manos de una nobleza más o menos aburguesada) para encarar paralelamente tareas de tipo socialista que se caracterizaban por la expropiación del capital y la construcción de formas políticas y sociales que expresaran el dominio de la sociedad por parte de la mayoría trabajadora. Lenin definía a este proceso como una revolución ininterrumpida.

Este intento de transición socialista se frustró en los años treinta del siglo pasado. Las tareas democráticas se realizaron, por lo menos en el plano económico, del mismo modo que la expropiación del capital. Lo que se perdió en el camino fue la búsqueda de un poder de los trabajadores así como el mantenimiento del fundamento democrático último que tenía la revolución, que era el apoyo campesino.

La utopía de una industrialización forzada en tiempo récord condujo al quiebre del apoyo campesino y a una centralización económica cada vez más opuesta a fundamentos democráticos de tipo económico y social que contrabalancearan el momento de excepción que supuso la dictadura del partido bolchevique(12).

La crisis de la revolución rusa llevó a la división de la dirección política en distintas fracciones. El triunfo de Stalin (sobre Trotsky primero y después sobre Bujarin) reflejó a nivel superestructural que la tendencia del estado soviético a conducir la sociedad sin tomar para nada en cuenta la voluntad general de los pueblos de la URSS tenía todas las cartas a su favor.

La revolución bolchevique dejó de ser un proceso en el que, con todas las contradicciones y límites que tuviera, se planteaba buscar las formas políticas y sociales que correspondieran con las aspiraciones socialistas. 

En su lugar se decidió por decreto que la sociedad ya era socialista. El orden existente, de esta forma se volvía intocable, ya no había nada para mejorar, sólo cabía su defensa de las "agresiones exteriores" que eran asimiladas a cualquier postura tibiamente crítica hacia el orden posrevolucionario.

Esta construcción de sentido en medio de una gran escasez material y en medio de masivas purgas y terror político(13) era un evidente contrasentido. Equivalía a plantear que aquello que era necesario conquistar y que se vislumbraba como un objetivo de muy largo plazo constituía ya una realidad efectiva. Sostener semejante absurdo trajo como consecuencia inevitable el crecimiento y el dominio de una parte muy considerable del aparato de estado de una multitudinaria fuerza represiva que sofocó durante décadas la sociedad soviética.

Si bien pensamos que este es el elemento central de la involución del proceso soviético hay que tomar en consideración que, a pesar de sus altos costos humanos, sociales y ecológicos, la industrialización stalinista constituyó una experiencia de desarrollo económico acelerado que fue muy atractiva para el mundo periférico durante varias décadas. 

Al mismo tiempo, la izquierda de Europa occidental, que había fracasado en hacer su propia revolución, quedó emocionalmente unida a la experiencia de la URSS, tomando en cuenta unilateralmente sus éxitos e ignorando, de forma más o menos consiente, sus impasses.

Estos éxitos se atribuían a la planificación económica que era identificada sin más con la estatización de la economía y, ésta última identificada abusivamente con la socialización. 

El socialista británico Tony Cliff escribió acertadamente: "La industrialización stalinista está planificada, si por planificación entendemos dirección central. En el capitalismo privado la economía funciona ciegamente, de manera que, en un momento dado representa la suma de muchas decisiones particulares y autónomas.

En Rusia, sin embargo, el gobierno toma casi todas las decisiones. No obstante, si por "economía planificada" entendemos aquella economía en la que los componentes se ajustan y se regulan en un solo ritmo, con un mínimo de fricción y, sobre todo, en la que la previsión prevalece en la toma de decisiones económicas, entonces la economía rusa es cualquier cosa menos planificada...se puede decir que en Rusia, en vez de un auténtico plan, se desarrollan métodos estrictos de autoritarismo estatal para llenar los huecos que dejan en la economía las decisiones y actividades del propio gobierno.

En vez de hablar de una economía planificada soviética, sería mucho más exacto hablar de una economía burocráticamente dirigida...Al mismo tiempo no debemos cometer el error de suponer que la mala administración que corroe la economía nacional rusa necesariamente hace imposible logros reales, por no decir extraordinarios.

De hecho, hay una fuerte unidad dialéctica entre la mala administración burocrática y el auge de la industria rusa(14). Para no extendernos más con la cita subrayaremos que Cliff explica esta trágica y compleja unidad dialéctica a partir del bajo punto de partida de las fuerzas productivas y sobre todo de la subordinación de la producción de medios de consumo a las necesidades de la acumulación de medios de producción que fue el rasgo saliente de la economía burocráticamente dirigida. Este enfoque permite entender tanto el auge de la experiencia del "socialismo real" como el bloqueo estructural para avanzar en un sentido democrático y socialista, que sufría este tipo de sociedad.

Sobre el análisis preciso de las relaciones sociales de producción que caracterizaron al "socialismo realmente existente" nos abstendremos de abrir juicio(15). Es un debate de tipo histórico que, relativamente, se puede decir que no tiene consecuencias inmediatas en la actividad política de los socialistas de hoy. 

Insistimos en lo de relativamente ya que toda la militancia debe tener una clara conciencia de que el fracaso de la experiencia de las diversas transiciones socialistas(16) es un peso que está y seguirá sobre nuestras espaldas por un buen tiempo. Para hacer un examen mínimamente honesto de esta importante cuestión también hay que ver la parte positiva y progresiva que tuvieron las realizaciones sociales de las revoluciones realmente existentes que no fueron un asunto de menor cuantía y su impacto en la lucha de clases internacional.

Pero también es difícil negar que el final provisorio al que arribaron las experiencias socialistas iniciadas en el siglo XX estuvieron más claramente bajo el signo del fracaso que otra cosa.

Pensamos que, desgraciadamente, en la mayor parte de la izquierda de todas las tendencias hay una resistencia a realizar un balance sobre la experiencia de las transiciones socialistas fallidas. Se prefiere dejarlo como un trago amargo que ya quedó atrás. Ignoran aquella verdad tan bien expresada por la cita bíblica que afirma que: "Los pecados de los mayores los masticarán los hijos". Lo que hubo de importante en el pasado de la historia de la izquierda no deja de involucrarnos a nosotros, militantes socialistas de hoy. Lo mejor de esta historia nos alcanza y nos impulsa pero es imposible dejar de lado la parte mala de los hechos cuya realidad nos limita y obstaculiza nuestra acción presente, aunque no hayamos tomado parte en esa trama histórica.

12 Dictadura en solitario que no fue buscada sino más bien temida por el núcleo dirigente del partido de Lenin, como aparece en la mayor parte de la bibliografía histórica seria sobre el tema (Isaac Deutscher o Marcel Liebman por ejemplo). La distinción entre el período inicial de la revolución y el momento staliniano también aparece en historiadores que están lejos de simpatizar con la revolución. Un ejemplo conocido es Fitzpatrick, Sheila (2012) La revolución rusa Ed. Siglo XXI pag. 189-206.

13 Que fueron el signo característico de la época stalinista.

14 Cliff, Tony (2000) Capitalismo de estado en la URSS. Editorial En Lucha, Barcelona. Pags 70 y 73.

15 Los modelos teóricos de análisis del "socialismo real" eran, básicamente, cuatro (excluyendo a los que planteaban una mirada completamente positiva de estos procesos). El primero era el que afirmaba que esas sociedades eran socialistas en lo fundamental pero que existían una serie de problemas graves que podían ser solucionados a través de reformas. El segundo era el análisis clásico del movimiento trotskista que afirmaba que la URSS (y China, Cuba y Europa del este) eran estados obreros debido a la estatización de los medios de producción pero que los trabajadores habían sido expropiados políticamente del poder por una burocracia. Para saldar esta traba había que hacer una revolución limitada al plano político, que eche a la burocracia y salve la estatización de la economía de la corrupción burocrática. Nótese que estos primeros modelos teóricos hacen eje en la dominación, dejando de lado la cuestión de si existía o no explotación en el "socialismo real". El tercer y el cuarto modelo parten de dar una respuesta positiva a esta pregunta. Se diferencian en que, más allá de las variaciones que hay en cada uno de estos modelos puros, para el tercer modelo la URSS y los países similares son sociedades ni capitalistas ni socialistas que constituyeron un modo de explotación sui generis, aunque no se explican demasiado sus características. Estas teorías hacen eje en la estatización que elimina la propiedad privada en sentido jurídico. El último modelo es aquel que, tomando el eje de que la relación salarial (y por lo tanto el plusvalor) es la forma dominante de las relaciones sociales, caracteriza al "socialismo real" como una forma de capitalismo burocrático de estado (es la posición de Cliff, por ejemplo, aunque el fragmento citado podría ser aceptado por autores que no compartieran esta caracterización global). Aunque, sin que tomemos una posición absolutamente definida es probable que la caracterización más realista de los países del "socialismo real" esté más cerca en el tercer y el cuarto modelo que de los dos primeros. Otros teóricos destacados que participaron en esta discusión -desde fines de los sesenta hasta principios de los ochenta- fueron Ernest Mandel, Charles Bettelheim, Rudolf Bahro, Louis Althusser, Rossana Rossanda, etc. Una posición híbrida entre el tercer y el cuarto modelo se puede ver en la interesante obra de Pierre Naville. Es necesario tener en cuenta que estos modelos teóricos son útiles mientras nos percatemos que no pueden dar cuenta de todos los aspectos que refieren a este problema. Son modelos que nos ayudan a captar ciertos elementos centrales del problema y que se pueden usar con provecho en tanto que nos permitan abrir problemáticas reales. Si nos vuelven tributarios de una concepción cerrada, que debe ser confirmada a cada paso creemos que pierden utilidad. Por último, hay que señalar que las distintas variantes de estos cuatro modelos puros no pueden dar una respuesta totalizadora a todos los problemas que se desprendan de la evaluación de naturaleza social de las sociedades del "socialismo real" (las guerras son el ejemplo quizás más característico). Este tipo de complejas contingencias debe pensarse en torno al "análisis concreto de la situación concreta" (Lenin).

16 Aún la de los países que todavía hoy son gobernados por partidos comunistas.

En mayo de 1989 Hungría comenzaba un proceso de reformas desde arriba que legalizaba a los partidos no comunistas. En junio de 1989 el partido obrero unificado polaco (comunista) cedía el poder a un movimiento Solidaridad que no era ya el de inicios de los años 80. Había sido ilegalizado por el estado polaco a partir de 1981 y sufrió una purga interna disciplinadora por Walesa, Woytila y, más mediatamente, Reagan que alejó del centro de la escena a sus rebeldes alas obreras de izquierda que estuvieron tan presentes como el ala católica en el tramo inicial de su existencia.

Sin embargo hasta ahí el proceso de derrumbe no era generalizado. Respondía a situaciones bastante particulares. Especialmente en Polonia, país en el cual el régimen se sostenía muy fuertemente en el ejército y era cada vez más ilegítimo. Pero la crisis en la RDA tocaba el resorte más sensible de la partición europea de la segunda posguerra. Además del peso simbólico del muro de Berlín, su caída dejó a la vista la evidencia de que la crisis abarcaba a todo el bloque soviético. Hasta sus islotes menos conmocionados -como Bulgaria- advirtieron que los cambios eran inevitables. Toda la estructura de estos regímenes estaba en cuestión.

El proceso combinó la imposibilidad de soportar una creciente ilegitimidad del sistema político, las expectativas de cambio de las elites en dirección hacia una autoperpetuación en base a la modificación de la estructura jurídica de la propiedad, una movilización popular importante pero que no superó un umbral incontrolable para el status quo, una aspiración muy extendida al acceso a cierto modo de vida occidental fueron los rasgos más salientes de la caída del bloque del este.

Los cambios no se detuvieron en la periferia soviética sino que llegaron al mismo centro del imperio. En 1991 el ciclo de reformas controladas desde arriba que inició Gorbachov en 1985 concluye en el fracaso y la URSS, tras el fallido golpe de sectores militares nacionalistas y de status intermedios de la nomenklatura, se disuelve como tal dando paso a un retorno abierto de Rusia como país viejo y nuevo.

Es imposible dar cuenta de todos los aspectos de este proceso pero uno de los elementos estructurales de la caída del "socialismo real" estuvo dado por la dificultad que encontró su modelo de desarrollo por avanzar en un crecimiento intensivo y flexible, basado en el cambio tecnológico y el aumento de la productividad del trabajo.

La URSS y el campo socialista no pudieron abandonar un modelo de desarrollo extensivo, cerrado y centralizado que les había permitido un crecimiento rápido pero que, con el agotamiento del boom petrolero que la benefició (durante los años setenta) y la consolidación y generalización de la revolución informática a comienzos de los años ochenta, su patrón de crecimiento que privilegiaba más a la industria pesada y militar en desmedro sistémico de la agricultura y los bienes de consumo, quedó definitivamente rezagado respecto a Estados Unidos(17).

La caída del bloque del este fortaleció al campo imperialista occidental y le dio un envión adicional al avance neoliberal que se venía dando desde inicios de los ochenta, lo cual es, sin duda, algo para lamentar. Pero además puso en crisis al proyecto socialista como tal, independientemente de cuál haya sido la actitud que cualquier tendencia de izquierda -crítica o complaciente- tuviera hacia el "socialismo real".

El imperialismo norteamericano entró en una etapa de triunfalismo exacerbado y la sociedad capitalista era vista como la que realmente había pasado la prueba de la historia.

Cualquier cambio social global era contemplado como imposible o como algo que sólo podía empeorar las cosas(18). Contrariamente, el capitalismo realmente existente, en su etapa neoliberal, implicó una radicalización reaccionaria de su propuesta para la sociedad que ha aumentado globalmente la miseria y llevado a crisis, como la del 2001 argentino y, a nivel global, la empezada en 2008, que prosigue sin expectativa clara de resolución.

Estamos en otra situación histórica, distinta a la tan terriblemente difícil de los años 90. Pero que sea distinta no quiere decir que sea radicalmente otra.

Se verifica la presencia de fuertes elementos de arrastre cuyo origen se remonta a la década de los noventa, y en algunos casos más atrás.

Vivimos una importantísima crisis capitalista ante la cual el orden social existente intenta salir radicalizando similares métodos que llevaron a esa misma crisis. Al mismo tiempo hay que tener en cuenta que las luchas de los trabajadores en todo el mundo continúan siendo mayormente defensivas y que las mismas clases populares carecen de una propuesta social alternativa de carácter global.

Es verdad, como lo han planteado con razón distintos grupos de izquierda en el mundo, que la caída del "socialismo real" vuelve a abrir la perspectiva de una transición socialista que no sea fallida(19).

Pero a pesar de ser algo cierto, su verdad parece más real a largo plazo mientras que a más de dos décadas de los hechos todavía parece pesar más el componente de fracaso que el de apertura histórica.

Los planteos que apuntan a edificar el "socialismo del siglo XXI" son un camino a explorar pero todos somos conscientes de que sus contornos están lejos de brindarnos un proyecto ni tampoco una orientación definida.

Las experiencias actuales del "socialismo del siglo XXI" también están tocadas fuertemente por el fracaso del siglo XX. Ello es muy visible en los elementos de tipo democrático con los que buscan delimitarse del "socialismo real". Si bien los hace más atractivos para las masas populares, su uso de la legalidad democrático burguesa es también una autolimitación que estas mismas experiencias se colocan. Aunque, nos parece, que es una autolimitación que hoy es históricamente inevitable.

Sin embargo deja abiertas, en el mal sentido, al mediano y largo plazo las perspectivas estratégicas, y al mismo tiempo sometidas al decurso cotidiano presente. Forman un conjunto de problemas políticos y estratégicos que parecen carecer de respuesta hoy, ya que cuando se responde a ellos de forma positiva con una formulación estratégica, esta misma respuesta no parece consistir en algo muy distinto de la nada y de la ausencia de consecuencias prácticas reales.

El fracaso de la experiencia del "socialismo real", aunque por suerte estamos alejados del peor momento de la ofensiva neoliberal, todavía pesa negativamente sobre la izquierda internacional. Es un saldo en contra que todavía tenemos como tarea atravesar, con las luchas y los proyectos transformadores por venir.

* Esta nota fue escrita en el año 2014


17 Tomamos como referencia en este punto varios artículos del economista argentino Alejandro Dabat. Sobre un balance de características más teórico-políticas es muy recomendable el texto de Fernando Azcurra titulado "La experiencia socialista de la URSS".

18 Según el protocolo de lectura de cierta filosofía política aparentemente contestaría pero activamente neoliberal que va desde André Glucksmann y Bernard Henry Levy hasta Stephane Courtois, sin olvidar a sus representantes periféricos como los Vargas Llosa o a los energúmenos de la Fundación Cato en EEUU.

19 Las diversas revoluciones posteriores a la rusa tuvieron, en diferente medida pero ninguna escapó a esto, el bloqueo político que implicó la imposición del modelo de la URSS a los nuevos intentos transformadores.


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